Ramas Artesanales

Ramas Artesanales

Madera

En México, el trabajo con madera es una tradición ancestral. En la época prehispánica, se tallaban instrumentos musicales con sentido religioso, [como teponaztli y el huehuetl, que además tenían un uso militar]. La utilización de la madera en la artesanía es de índoles muy variada: desde miniaturas, baúles, muebles, hasta máscaras y representaciones de animales fantásticos. Dentro de las técnicas artesanales están el torneado, la talla, y, por último, el taraceado [o marquetería, incrustaciones].

Algunos de los municipios que producen artesanías de madera se encuentran: Amanalco, Ixtapan de la Sal, Lerma, Malinalco, Ocoyoacac, Rayón, San Antonio la Isla, Temascalapa, Tenancingo, Toluca y Valle de Bravo, entre otros.

Los muebles rústicos de madera, tallados a mano son altamente apreciados en el país; cada región tiene su estilo, pero el talento y la madera usada hacen que cada obra sea única y de gran valor estético.

Hay una ventaja singular: la materia prima de esta rama es, en sí misma, bella. A pesar de que su transformación ocurre en varias fases de mayor o menor complejidad, la madera no pierde, en lo esencial, sus virtudes. Desde el estricto punto de vista de esa transformación por la mano del artesano, un lujoso mueble o una vistosa escultura no son un árbol, pero conservan, innegablemente, parte del alma que atribuimos a cada uno de ellos. Si los sentidos actúan para brindarnos una noción de la realidad, dos se ocupan con mayor intensidad cuando tenemos contacto con la madera: el olfato y el tacto.

Porque un mueble puede hacer más grato el aire de una estancia cuando entramos en ella y percibimos ese olor tan propio de la madera, de esos que se registran y permanecen en el recuerdo olfativo y que años después podemos seguir reproduciendo al evocar un ambiente vivido, un instante único.

Cuánta calidez provoca el contacto con la madera, en contraste con la fría impersonalidad del plástico moderno o ese material denominado como "aglomerado" (elaborado, con serrín encoladas a presión y que está sentenciado a una vida efímera, a diferencia de los muebles cuya madera garantiza una vida más, mucho más prolongada).

El ojo no resulta excluido del atractivo de la madera. Puede detenerse en el caprichoso contorno de una veta, en los matices de los nudos que, no obstante los tratamientos propios de esta rama, se conservan como para facilitar el alegre salto de la vista sobre esas señas de la autenticidad de esta materia prima.

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