La gente del antiguo Santo Tomás se trasladaba a Valle de Bravo para vender todo lo que producían sus cultivos: guayaba, mango, mamey, maíz, plátanos y café. Para llegar al otro municipio, los tomasenses tenían tres opciones: la primera consistía en subir por la comunidad El Salitre; la segunda, por Tacuitapan; y la última, por la orilla de la barranca. Sin embargo, todos llegaban a un mismo punto, ya fuera a caballo o a pie; de ese modo los pobladores descubrieron las pinturas rupestres.
Los amantes de la naturaleza, la adrenalina y las leyendas estarán encantados en visitar la barranca del Diablo, cuya profundidad es de 400 metros y en donde podrán apreciar pinturas rupestres y escuchar enigmáticos relatos, como el que da origen al nombre de este lugar. Al fondo de la barranca hay yacimientos de agua mineral, árboles frutales y una vegetación diversa que contribuye a la riqueza natural de la zona.
¡Ven a Santo Tomás de los Plátanos y descubre su belleza!
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